María nos convoca a un intenso momento de compartir y de oración, para testimoniar con alegría la propia fe y para reflexionar sobre el valor de la familia como lugar privilegiado para la transmisión de la fe
En su primera
Encíclica “Lumen Fidei” (La luz de la Fe), el Papa Francisco resalta la
importancia de la Virgen María, Madre de Cristo, como “icono
perfecto de la fe”, luz y alegría que ayuda a crecer en el amor.
¡Madre, ayuda nuestra fe!
Abre nuestro oído a la Palabra, para que reconozcamos la voz de Dios y su llamada.
Aviva en nosotros el deseo de seguir sus pasos, saliendo de nuestra tierra y confiando en su promesa.
Ayúdanos a dejarnos tocar por su amor, para que podamos tocarlo en la fe.
Ayúdanos a fiarnos plenamente de él, a creer en su amor, sobre todo en los momentos de tribulación y de cruz, cuando nuestra fe es llamada a crecer y a madurar.
Siembra en nuestra fe la alegría del Resucitado.
Recuérdanos que quien cree no está nunca solo.
Enséñanos a mirar con los ojos de Jesús, para que él sea luz en nuestro camino.
Y que esta luz de la fe crezca continuamente en nosotros, hasta que llegue el día sin ocaso, que es el mismo Cristo, tu Hijo, nuestro Señor
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