En esta
fecha recordamos a estos grandes testigos de Jesucristo y, a la vez, hacemos
una solemne confesión de fe en la Iglesia una, santa, católica y apostólica.
Ante todo es una fiesta de la catolicidad.
Pedro, el
amigo frágil y apasionado de Jesús, es el hombre elegido por Cristo para ser
“la roca” de la Iglesia: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi
Iglesia” (Mt 16,16). Aceptó con humildad su misión hasta el final, hasta su
muerte como mártir. Su tumba en la Basílica de San Pedro en el Vaticano es meta
de millones de peregrinos que llegan de todo el mundo.
Pablo,
el perseguidor de cristianos que se convirtió en Apóstol de los gentiles, es un
modelo de ardoroso evangelizador para todos los católicos porque después de
encontrarse con Jesús en su camino, se entregó sin reservas a la causa del
Evangelio.
Estamos invitados, de manera especial, a meditar en el ministerio
del Sucesor de Pedro, el Papa Francisco, a orar por él y a contribuir a su
misión evangelizadora y de caridad. El
Romano Pontífice, como Sucesor de Pedro, es el principio y fundamento perpetuo
y visible de unidad así de los obispos como de la multitud de los fieles.
Es Pastor de toda la Iglesia y tiene potestad plena, suprema y universal. Es el
Vicario de Cristo.
Toda la Iglesia tiene el deber de orar por el Papa Francisco.
Cuando oramos por el Sucesor de Pedro, que “preside la caridad de todas las
Iglesias”, como afirmó San Ignacio de Antioquia, pedimos que la Iglesia se
mantenga fiel a su magisterio, para que, como los primeros cristianos, vivamos
como hermanos arraigados firmemente en el amor y en la caridad.
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