-Educación Secundaria-

Como Institución aspiramos a la calidad educativa, preocupados por brindar a nuestros alumnos, docentes y padres todas las posibilidades de crecimiento personal, privilegiando la enseñanza, la defensa y práctica de los derechos humanos y el cuidado de toda expresión de vida.

domingo, 23 de marzo de 2014

“HAY QUE VOLVER A PRIVILEGIAR LA DOCENCIA”


En 1999 Guillermo Jaim Etcheverry habló de “la tragedia educativa” en su obra más conocida. Quince años después, se aboca a las dificultades para enseñar en la sociedad actual.

Por Rosa Bertino

 A Guillermo Jaim Etcheverry (72) le encanta venir a Córdoba.

“Me alegra mucho que me sigan invitando, lo cual demuestra que me porto bien …”, confía el reconocido investigador y profesor.

No todos saben que estudió medicina y se recibió con honores, aunque siempre le cautivó la docencia.
Esta vez vino invitado por la Fundación Oulton. Ante un público afín y consustanciado, el exrector de la Universidad Nacional de Buenos Aires se refirió a la problemática de “Educar en la sociedad actual”.
En esta encrucijada, a Jaim le sale el científico y el amante de la tiza y el pizarrón.
El diagnóstico es relativamente sencillo: “No hay interés en la educación”. Lo difícil es encontrar el remedio.
En una entrevista previa, Jaim Etcheverry reconoció que “no ha habido mejorías” respecto de la situación planteada en su gran suceso editorial, La tragedia educativa (1999). En estos 15 años, los padres no han restablecido la alianza con la escuela; esta, a su vez, opta por una “pedagogía compasiva”, que le allana las cosas al alumno y lo aprueba “con tal de que no sufra”.
Lo paradójico es que, sin educación, no hay buen trabajo ni desarrollo personal. Para Jaim Etcheverry, y muchos más, tarde o temprano habrá que “volver a privilegiar a la docencia y la cuestión docente”.

 Malas notas

–Su libro “La tragedia educativa” data de 15 años atrás. ¿No le aflige que las cosas sigan igual?
–Creo que en algunos aspectos, están incluso peor… Ya tenemos un millón de jóvenes que no estudian ni trabajan. Además, Argentina ha descendido varios lugares en el Informe Pisa (Programa para la Evaluación Internacional de Estudiantes, implementado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos); junto con Perú y Uruguay, es el país latinoamericano con mayor desigualdad educativa.

–Pero también hubo una mejoría relativa entre 2006 y 2012...
–¡Pero porque los que estaban mejor empezaron a estar peor! Así cualquiera achica una brecha…

–No todo el país se saca “malas notas”. ¿A qué se debe?
–Ya sabemos que los índices de Capital Federal son mejores. Igual que en salud. La respuesta es obvia: hay más recursos, más interés. En todo el país se dan experiencias positivas, pero son puntuales, aisladas.

Pública y privada –¿Se relaciona con la crisis de la educación pública?
–Tiene que ver, pero sólo en parte. Por empezar, acá no hay una demanda social educativa. Hablamos mucho, sin generar acciones concretas. Nosotros no faltábamos nunca al colegio. No se podía. Hoy somos el país “líder” en ausentismo estudiantil. Esto tiene su correlato en los liderazgos políticos. Es raro encontrar un candidato o referente que plantee a la educación como una cuestión indispensable.

–Según el Indec, el sector privado ya absorbe un 40 por ciento de la matrícula de primer grado. Y el mayor corrimiento se ha dado en las clases medias y bajas.
–No lo niego. Los sectores humildes o de gente trabajadora son los que más se preocupan por la formación de sus hijos. Ellos le dan real valor a la educación. Pero para que esta mejore, hace falta una decisión general, una toma de conciencia. Fíjese lo que pasa en Corea: cuando los secundarios tienen que dar examen, hasta los aeropuertos hacen silencio.

–La exclusión es un problema creciente. ¿Obedece a la falta de dinero o de educación?
–Hoy es más grave no haber hecho el secundario que no tener plata. Para cualquier trabajo con relación de dependencia te piden el título. Y sin embargo, la deserción en el nivel medio sigue aumentando. Esto impacta directamente en la informalidad laboral.

Nostalgia sarmientina

–En el siglo 19, la escuela argentina fue capaz de elevar socialmente a todo un país. ¿Por qué hoy no se puede repetir esa hazaña?
–Nos vamos a pasar la vida añorando a Sarmiento. El primer censo, realizado en 1869, arrojó un 70 por ciento de población analfabeta. Medio siglo después, la ecuación se había revertido y Argentina tenía mejores índices que España o Italia, países de los cuales provenía la mayoría de los inmigrantes. Aquella política educacional estaba diseñada para captarlos, argentinizarlos. Cabe recordar que todo eso se logró con educación pública. Pero entonces había una dirigencia plenamente comprometida con la educación. La maestra o el profesor provenían de clases acomodadas. Hoy vivimos en una sociedad del espectáculo. Muchas “escuelas palacio” de Sarmiento o Avellaneda se han convertido en shoppings . Es una demostración de la demanda de entretenimiento y poco esfuerzo. Acá en Córdoba, los padres llevan a sus hijos al Patio Olmos. No les dicen que allí funcionó una gran escuela. ¡La escalinata todavía está intacta... y hermosa!

–¿Qué habría que hacer, entonces? ¿La solución pasa por la cuestión salarial o por más tecnología en las aulas?
–Antes que nada, pasa por la recomposición social. Hay mucha hipocresía. Nos llenamos la boca hablando de educación, pero no alentamos a nuestros hijos a que estudien magisterio. O que vayan a enseñar a la villa o el monte. Hay que volver a privilegiar a la docencia. Restablecer la alianza entre padres y maestros. Esa alianza se ha roto y se dio paso a una pedagogía “compasiva”, en la cual el alumno es entrevisto como una víctima potencial del maestro o de la disciplina escolar. Como si hubiéramos borrado el concepto de sacrificio y no quisiéramos que el niño se exponga a ninguno. En una línea muy parecida, hemos depositado nuestra confianza en la computadora. Sólo porque es más fácil y entretenida. Así surgió la convicción, al menos subliminal, de que “la educación no sirve para nada; sólo sirve la máquina”.

 

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